21. Se les exhortò con razones ya sagradas, ya politicas: es àsaber, ser dèbiles las fuerzas que no corrobora la concordia:que esta nunca la habria si se buscaban nuevos motivos dedesavenencia; que no se debia solamente confiar en las propiasfuerzas contra un enemigo que, aunque inferior en nùmero, lesaventajaba en el sitio, la destreza de las armas de fuego y laexperiencia: que eran vanas tambien todas las fuerzas de loshombres, y vana la multitud, si el Señor de los ejèrcitos quenos fortalece no las protege: que entonces no hay esperanzaninguna de victoria: que Dios aborrece las enemistades: que seahuyenta con las discordias, y se enajena ó pone uraño con lasdisenciones. El mismo predicador puso por egemplo susufrimiento, que habia esperado por espacio de dos meses; y asíesperasen un dia, los que habian sido esperados por meses.Callaron los capitanes, y consintieron esperar hasta el diapostrero de Pascua.
25. Pasado el rio Guacacay Chico, al pié de las mismas montañas,se hizo noche siete leguas distantes de la estancia de SanBorja: la siguiente se hizo pasados los cerros de _Araricá_.Habiendose llegado á este sitio, salieron al encuentro losexploradores, los que allì fijaron un palo, y trajeron pornovedad que el enemigo habia fortificado el bosque con faginas ygaritas de tierra, y que no pasaban el número de 50 hombres:empero apenas supieron decir cosa cierta. Se les mandóexpusiesen todo lo que sabian; y habièndoseles pedido despues àlos capitanes su parecer, dijeron que nada importaba, que ellosirian intrèpidamente confiados en el divino auxilio, en lajusticia de su causa, en la muchedumbre de su gente, y tambienen la calidad de su artilleria, mayor que la del enemigo. Sehizo alto en el mismo lugar. Con todo eso, la sospecha querecientemente se tenia de algunos de los pueblos, (es à saberque habia entre los Luisistas uno que tenia secreto comercio conel enemigo) parece que se confirmaba: porque la noticia de lascosas exploradas del enemigo, habiendo solo distancia de casitres dias de camino; las continuas quemazones de los campos,hechas por los exploradores hàcia los enemigos, y la mismatardanza en el andar de aquí, daban algun crédito à lo que sedecia. Pareciò á los capitanes que debian acreditar estasospecha, lo que se egecutó. Mas los Luisistas dieron claroindicio de su disgusto, cuando al dia siguiente, despues que sehizo el camino de casi siete leguas, acampamos en las orillasdel rio Yaquí ò Phacito; porque entonces el capitan de aquelpueblo ofreciò que èl formaria el último escuadron, y masdistante del rio, y de esta suerte mejor se cortaria à los suyoscualquiera comunicacion que tuviesen con el enemigo. Ladisposicion fuè buena, pero la razon que se dió, manifestó elànimo resentido del que la alegaba, porque "así (añadiò) mejorse conocerà cual sea nuestra culpa."
Cuando Callaron Las Armas Pdf
29. Por este tiempo, pasado el Domingo, nuestros exploradores, àquienes por seguridad se mandó vigiar el campo, hallaron cincoexploradores Lorenzistas, que llegaron á los reales despues devisperas. Dijeron que tambien los suyos pasaban el rio unaspocas leguas distantes de aquì; y que tambien ellos habian deser compañeros del ejèrcito en el camino. Uno de estos, à laprimera noche, cuando todos dormian cerca del bosque, llegòherido terriblemente en la cara por un tigre: curósele, yhabiendo sido enviado al pueblo, los demas se fueron à los suyosá avisarles la llegada del ejército.
Al revisar las conversaciones y discursos circulantes cuando realizamos informes histórico-antropológicos, tal como advertí en la introducción, se vuelven evidentes para mí, tres escalas narrativas, que, al combinarse, irán delimitando el espacio que cada comunidad defiende, vive y entiende como territorio. Ahora bien, es necesario exponer aquí que la definición de territorio de muchas de las comunidades mapuches con las que trabajamos, es distinta a la propuesta por el poder judicial, o los mapas de los catastros, incluso de los datos obtenidos de relevamientos territoriales estatales. En el pueblo mapuche, el territorio no puede pensarse como algo separado de las personas. Hay una conexión directa y recíproca entre el territorio, las fuerzas (nieng) que en él habitan, los animales, la vegetación y los humanos. No es mi intención explayarme sobre este punto, sin embargo, considero útil tener esta información presente para hablar de las escalas narrativas identificadas en el discurso cuando se narra un territorio ancestral mapuche.
Quienes sobrevivieron a las campañas militares comenzaron a regresar de los campos de concentración o de los lugares en los que se habían escondido por las persecuciones militares (Ramos & Delrio, 2011). Ese regreso, en la mayoría de los casos, fue relatado entre familias, al mismo tiempo que se callaron muchas cosas por miedo a las represalias y discriminaciones. Así fue que los abuelitos y abuelitas parecían no querer compartir los recuerdos tan dolorosos de esos días, o que los hijos e hijas de ellos no podían reconocerse mapuche como un modo de sobrevivir ante tanto despojo. Sin embargo, esos silencios comenzaron a convertirse en narrativas capaces de disputar la historia oficial que afirmaba que no había más indígenas en la Patagonia. O que los mapuches eran chilenos o invasores (Lenton et al., 2015). Y, es en las respuestas que se fueron construyendo, frente a la imposición de verdades emblanquecidas, donde aparece la primera escala narrativa: somos parte de un pueblo que sobrevivió.
Esta escala del relato ha ido encontrando lugares comunes o compartidos que van generando ciertos modos de pensar aquel pasado como un tiempo en donde la violencia y la tristeza fueron moneda corriente, pero también lo son los relatos que dan cuenta de cómo esos abuelos y abuelas cuando regresaban de sus prisiones o desparramos buscaban la manera de atravesar los territorios hasta reencontrarse con sus parientes y así poder volver a vivir tranquilos (bleger & Fiori, 2019).
A partir de distintos reclamos y acciones promovidas por los pueblos indígenas, en nuestro país, desde el año 2006 comenzaron una serie de relevamientos territoriales (amparados en la Ley 26160) con el objetivo de delimitar el espacio territorial de una ocupación actual, pública y tradicional de las comunidades indígenas (Guiñazú, 2017). Sin embargo, varias familias nucleadas en comunidades comenzaron a organizarse contando otras historias diferentes a las que allí quedaban reflejadas. Es decir, más allá del laborioso trabajo por parte de quienes llevaron adelante la empresa de recorrer y relevar comunidades indígenas en general, pero mapuche en particular, algunas de las familias que habían sido relevadas a partir de conversaciones y trabajos de memoria emprendidos en trawn (reuniones) y talleres comenzaron a dar cuenta del desfase entre esa tierra habitada en el presente y las grandes extensiones que supieron poseer antes de las campañas militares y sucesivos despojos (que suelen incluir robo de tierras, engaños por alcohol, y sometimiento con armas de fuego).
La llamada reconstrucción de La historia de la comunidad muchas veces se compone por trabajos de archivos y algunos relatos de los integrantes de la misma. Es aquello que sucede cuando se apaga el grabador o la cotidianidad tomaba la performance de un relato fundacional por asalto lo que funcionó como elemento iluminador (Gijón, 1990). En mi caso, fueron las mujeres quienes comenzaron a compartir sus historias de vidas donde deslizaban que habían sido ellas quienes sostuvieron en el tiempo las recuperaciones territoriales y las tradiciones familiares. Lo hicieron irrumpiendo con una fuerza que ha resistido los distintos mecanismos de invisibilización ejercidos por el poder. En las narrativas estas mujeres han podido pasearse entre un relato más comunitario y sus trayectorias personales. Al hacerlo inauguran nuevas formas de entender esta organización en los relatos o tramas que venimos analizando. Al contar sus propias historias se generan nuevas negociaciones que tiran por la borda acuerdos anteriores de jerarquizaciones o urgencias en los relatos.
Hacerse cargo de todos los seres vivos por igual, cuando quedaban solas en el territorio, habla de una concepción del cuidado que va más allá de los entendimientos occidentales. Cuando en los quehaceres cotidianos se deslizan frases como mi abuela no dejaba que nadie ensucie este río o guardaban las semillas en servilletas, las cuidaban hasta que estuvieran listas y después nos llevaban a recorrer el territorio en busca de un buen lugar para hacer nacer un árbol o buscaba las ramas de radal para hacernos muñequitas (todas frases extraídas de entrevistas realizadas a mujeres que recuperan territorios durante 2019 y 2020), los trabajos de memoria están marcando el camino para pensar los pasados y los futuros porvenir. Pero también devienen en proyectos y posicionamientos políticos para erguirse como interlocutoras formadas para argumentar cuando lo que está en juego no es solo el territorio sino lo que se entiende por el mismo.
Tal cómo se lee en este último extracto, lo que está en juego no es solo la posibilidad de un buen vivir sino también la certeza de que ya no se está dispuesta a un mal morir. Y esto cobra aún mayor dimensión cuando se entrelazan con las dos escalas anteriores. La historia de un genocidio por un lado y la reconstrucción realizada por cada comunidad, dando cuenta de los mecanismos que tuvieron que utilizar para volver a levantarse por el otro.
Cuando el recuerdo se transforma en memoria y esta deviene en un derecho como el que implica la posibilidad de vivir bien, con los pies en la tierra para ceremonear, rodeados de árboles, los trabajos de recuerdo y olvido que las comunidades mapuche, con las que vengo trabajando, realizan cobran dimensiones más grandes. Puesto que no sólo hablan desde lo visible y audible por la justicia, o los medios, o la academia. La memoria misma se ha transformado en una suerte de escala que deslinda todo lo que sí debe tenerse en cuenta cuando se cuenta la historia del territorio mapuche. 2ff7e9595c
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